Cuando no sepas qué decir, mejor no digas nada porque el silencio abre puertas. Es una frase que escuché un día y me quedó grabada para toda la cosecha.

En el medio de todo lo que estamos haciendo, empiezan a aparecer miles de distracciones que nos impulsan a olvidarnos de lo más importante del camino.

Por costumbre todo suele parecer moverse muy rápido y pensamos que se nos acaba el tiempo. Tiempo que no nos va a alcanzar para cumplir sueños, objetivos o metas dispuestas por nuestro ego sumergido en un mundo de necesidades.

El caso es que mientras vamos procesando todo, aparece un conflicto y otro y otro. Entender que los problemas vienen a hacernos crecer es uno de los pilares más importantes a tener en cuenta a la hora de emprender cualquier cosa que se nos ocurra, incluso la vida misma.

El caso es que cuando enfrentamos problemas, estos no nos suelen hacer sentir crecimiento, muy por el contrario, nos traen pánico escénico, nos nublan la vista y nos hacen prender una alarma disparada por el miedo.

En ese momento pensamos en resolver, es por instinto y empezamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para controlar la forma en la que se solucionará el problema que no nos está haciendo sentir para nada bien.

Y desde este lugar conocido, con posibles soluciones a la mano, buscamos aquella que nos libere del estado emocional terriblemente angustiante que nos está abordando en el proceso. Sin embargo, no nos damos cuenta de que el remedio es mucho peor que la enfermedad.

Pasa algo puntual, empezamos a sufrir y ¿quién en el mundo quiere hacerlo? nadie. Todos queremos desligar de manera abrupta ese sentimiento que nos tira para abajo y no nos deja avanzar.

Ahora bien, sufrir es evitable incluso sin resolver, porque cuando somos capaces de gestionarnos a nosotros mismos y empezamos a entender que ese momento dificultoso puede traernos una enseñanza que nos va a impulsar nivel Dios por encima de todos mis pensamientos limitantes, hace que en el proceso de las cosas sin resolver ocurra la magia.

Es importante mantener el barco de nuestros pensamientos anclado a la siguiente afirmación «si mantengo la quietud por encima de mis pensamientos creo milagros».

Porque así como mantendremos una actitud positiva ante las circunstancias de la vida de las cuales no tenemos el control, habrá otros momentos en donde parezca venir un tsunami y la idea es seguir calmos y serenos en aguas enemigas.

¿Por qué? Porque el silencio aclara la mente y en la quietud yacen los milagros, aparecen respuestas que ni siquiera sabíamos que teníamos. Argumentos desconocidos al final favorables y fundamentos importantes que se hacen presentes por primera vez en el lugar y ni hablar de nuevos personajes secundarios de la historia apareciendo en escena.

Desde ahi todo es mágico, sabiendo siempre que estamos creciendo a la altura del desafío. Aceptar todo y entenderlo va a hacer que las puertas de la prosperidad se abran si o sí. ¿y cuál será la solución?. Y ese es el secreto, no tengo ni idea, pero creeme te sorprenderá mucho.

Mantenernos calmos nos empodera, nos hace personas resilientes. Nos impulsa a poder con todo aquello que se nos presente en el camino. Desde la quietud todo se acomoda y las soluciones empiezan a emanar solas como un rio.

Y si aún todo esto no te queda claro, recorda siempre que «ningún mar en calma hizo experto a un marinero»

Abrir chat
Hola
¿En qué podemos ayudarte?