Hay creencias invisibles que son capaces de limitarnos la vida, lee este blog y vas a ver porque te lo digo.

Este es uno de esos momentos ajá, uno de esos “darme cuenta” que encontré un día, mientras hurgaba en mi caja de herramientas mental.
Una de esas trabas invisibles que no me dejaban avanzar hacia las metas que me proponía.

No importa la fecha.
Este mensaje es atemporal.
Y lo comparto por si, como me pasó a mí, justo hoy a alguien le cae la ficha.
Alguien que también tiene ideas retorcidas como las que yo cargaba sin darme cuenta.

Hablamos mucho de creencias limitantes.
Y yo creo firmemente que todas —sí, todas— nos mantienen prisioneros en cárceles invisibles.
Y de esas cárceles no se sale si no somos capaces de ver los barrotes.

La creencia que voy a compartir fue una de las más arraigadas que encontré en mí.
No fue fácil verla.
Pero gracias a mucho trabajo interno, un día la detecté.
Y ese día, algo en mí hizo clic.

Si llegaste hasta acá, capaz que esta creencia también te habita.
O quizás le sirva a alguien que conocés.

Por lo pronto, cumplo mi misión de compartir esta anécdota,
porque para mí —no hace tanto tiempo— fue un gran eureka.


🌿 La anécdota:

“No te puedo creer que, luego de tanto andar pensando de dónde me venía el miedo, acabo de descubrirlo de la manera más sencilla posible.”

Qué falsa, guacha y retorcida puede ser mi mente,
que saca pensamientos limitantes de no sé dónde con tal de seguir teniéndome metida en el mismo pozo de siempre.

Resulta que acabo de descubrir que el pensamiento que me limita a vivir mejor es este:

“¿Cómo haría si yo no tuviera más problemas monetarios?”

Sí. Leíste bien.
Como si no tener conflictos me descolocara.
Como si el equilibrio me diera vértigo.
Como si la paz me aburriera.

Ay, Dios… esta mente se pasa con sus límites.

Y entonces, escuché claramente una respuesta.
Una voz interna, esa que ya aprendí a reconocer:

“Vos dejate llevar por la vida a tener todo solucionado,
que yo te prometo que algo voy a encontrar para entretenerte.”

Casi que me reí.
Porque era cierto.
Y ahí nomás, esa voz —mi conciencia— siguió con algo que me acarició el alma:

“Descansá.
Disfrutá todo lo que se te ha dado.
Viví con certeza.
Hay plenitud, gozo y disfrute cuando contribuís en amor al mundo entero.”

Y así fue como resignifiqué esa creencia.
Le puse luz.
Le quité la fuerza.
Y la convertí en puerta.


✨ Por si te hace sentido:

Te lo comparto por si también a vos te sirve observarte.
Por si este texto te ayuda a darte cuenta de algo.
O si simplemente te acompaña mientras descubrís, como yo, que a veces le tenemos miedo a estar bien.

Que no te asuste el equilibrio.
Que no te dé culpa el disfrute.

También vinimos a eso.

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