Hoy hubo un quiebre indispensable en el medio del proceso. Eso escribí un día no hace mucho mientras estaba sentada en el sillón de mi casa festejando el logro. Venía trabajando arduo y haciendo de todo para sentirme mejor. Sin embargo en el fondo algún pequeño ruidito seguía molestando, me pesaba y me hacía sentir incongruente con lo que estaba diciendo. Yo que hablaba de disfrutar el proceso de emprender no lo estaba haciendo.

Se convirtió en un algo bastante engorroso de sobrellevar, más pasaba el tiempo más me molestaba. Era importante hacer algo, pero la realidad es que cuánto más hacía para avanzar, más atrapada me sentía.

Era un poco inexplicable el sentimiento pero ahí estaba. Y justo yo que venía hablando de vibrar en sintonía con nuestros sueños, de pasar por un scanner invisible todo aquello que pensamos porque si tenemos pensamientos displacenteros no vamos a pasarla bien y mucho menos recibir lo bueno. Al fin y al cabo la de los pensamientos que no ayudaban a cumplir metas era yo. Estaba agrediendo a todos mis valores y uno de los más importantes en mí vida, la integridad. No estaba siendo congruente entre mis emociones y mis deseos. Y ahí había un bloqueo que si no lograba mejorarlo no iba a poder avanzar.

Llegó el martes, ese día me juntaba con los colaboradores de mí marca. El equipo que ya estaba siendo participe de mí empresa, ya estaba generando contenido, mejorando el msj para expandir mi producto, ya estaba pagándoles a ellos y recibiendo dinero desde otras fuentes para seguir cuidando mi negocio, al estilo «camello» (como suelen llamar a las startup, que no poseen ingresos, como las «unicornio» y deben aguantar como el primer animal en el desierto sin agua, ni comida un buen rato). Venía bien, con Juan Cruz hablando de la contaduría desde un lugar más humano, entendiendo conceptos nuevos, haciendo proyecciones, armando mí presupuesto recibiendo explicaciones sencillas y faciles de entender y de repente los números que tanto había odiado en mi vida, Juan los ponía a mi favor, dándole una nueva connotación al típico registro contable de mi vida emprendedora y eso era súper alentador.

Herman, por otro lado con la mentoría que habia armado. Me estaba tirando toda su artillería pesada para avanzar lo más rápido que pueda. Ese hombre había sido capaz de entregar sus tesoros más preciados, toda su sabiduría para emprender mejor y crear el mensaje asertivo para ayudar a aquellos que necesitaban conocer mí historia. Él estaba haciendo posible que yo llegue a la cima lo más rápido posible, sacaba cosas de la galera y me hacía ver mi marca desde un ángulo diferente, el concepto era prometedor.  El propósito me gustaba, pero igual me sentía mal. No terminaba de cerrarme y no terminaba de sentir la libertad por la cual estaba luchando. Más allá de percibirlo en la realidad viviente no sentía coherencia, me preguntaba solamente ¿cómo podría modificarlo?, eso estaba más allá de cualquier sentimiento de impostor era mucho más profundo y yo no lo estaba entendiendo.

Esa noche, Sandra terminó la colaboración con mi marca del día concediendo una sesión de coaching para cerrar la jornada. La idea era hacer un ejercicio particular. A veces pienso que es adivina esta mujer y ya van a entender porque. Empezamos con las preguntas y a hablar sobre mis valores.  Empecé a mencionarlos, uno de los más importantes «la integridad» ahí empezó a doler. No me estaba sintiendo integra, no creía que todo eso que yo estaba queriendo promover con el mundo para que logre sus sueños, a mí no me estaba funcionando.

Había algo más y no sabía que, Sandra empezó a hurgar entre pregunta y respuesta, como de costumbre me fue llevando de un lado para otro como si fuera una danza. Más tiempo pasaba y más bailábamos en sintonía las dos, yo me iba por las ramas y ella me bajaba de vuelta a la realidad a afrontarla. Era armoniosa la forma en que ella iba desarmando «mí maraña mental» en la que obviamente estaba un poco enroscada.

La finalidad de ella en esa jornada era «ayudarme a lograr más libertad» de lo que sea. Y así fue, entendimo ahí que yo debía reconocer todo lo que estaba avanzando y todo lo que había crecido por dentro y lo había reconocido antes, pero no era suficiente. En un momento Sandra me preguntó, cuándo era que yo sentía completa integridad y me salió responder: cuando escribo. Cuando escribo fluyo y todo es coherente, todo sale de mí corazón y nada parece incongruente.

Fue ahí que preguntó cómo podría yo celebrarme. Cómo podía festejar el logro que había originado. No me salía y no entendía cómo hacer para reconocerme en esa evolución y también el gran trabajo que había realizado.

No alcanzaba brindar con una copa de vino, ni darle un helado a mí niña interior, comprarme un regalo, esto era algo más fuerte. Tenía que ser muy significativo para poder clavarlo en mí alma y hacerme cargo de eso que había creado yo misma trabajando codo a codo con mí alma por esa evolución creada. Era mucho, me había transformado, había creado cosas. Había ido a lugares soñados a hacer cosas soñadas, había inspirado a mejorar la vida de otras personas, como otros habían hecho con la mía y no lo podía reconocer. ¿Cómo haría eso? Metida en el meollo de la cuestión sintiéndome frente a frente con mi problema el milagro ocurrió.

Sandra con su varita mágica actuó. Me preguntó, sobre qué podría escribir en ese momento. Yo empecé a enumerar uno tras otro los temas y todos sonaban hermosos. Podría tratarse de lo bueno de no darse por vencido, la fuerza de no rendirse nunca, el perdón hacía nosotros mismos y hacia los demás para poder avanzar mejor, resiliencia, de evolución o quizás podría escribir de la magia de fluir. O como pasaba todos los desafíos de una manera favorable y como estaba convirtiéndome en la emprendedora que siempre soñé. Mis lágrimas se derramaban por mí rostro y Sandra preguntó ¿sentís coherencia en esos escritos que harías? ¿sentís integridad, congruencia, transparencia, felicidad?, claramente la respuesta era sí a todo. Entonces, luego de un segundo de silencio con una voz que a través del teléfono, denotaba alegría replicó ¡Lau así te estás reconociendo!.

Ese día entendí, a través de esa charla con Sandra, que nuestros valores son lo más importante y si ellos se sienten desvalorizados hay un bloqueo, el proceso de emprender y debemos ser realistas, puede transformarse en un constante vivir e incluso puede que aquella meta que tanto añoramos no suceda nunca. Hay circunstancias como la acontecida pandemia por ejemplo que puede hacerlas desvanecer. Sin embargo lo que sí ocurre y aunque pase lo que pase no va a dejar de suceder, es nuestra transformación. Esa misma de la cual nada, aunque la meta no llegue a producirse, volvería a ser como antes.

La evolución constante es el proceso asertivo, al fin y al cabo solo hoy estamos vivos. Gracias Sandra, Herman, Juan Cruz una vez más, maravilloso equipo creado en espacios colaborativos de personas que se juntan para ponerte en acción. Estoy muy feliz de haber encontrado al fin a los gigantes en el camino, PARA AYUDARME A Mí A EMPRENDER MEJOR.

Te invito a observar mas sobre el proceso de emprender como yo lo veo en http://lauradagostino.com/los-tres-secretos-para-lograr-el-exito/ y a contarme que fue eso puntual que te llamó la atención de este escrito un poco diferente. Gracias por leerme.