Se tapó la alcantarilla del baño.
El agua empezó a salir para afuera.
Y ¿sabés qué? No lo sentí como algo malo.
Al contrario.
Cuando vi a mi marido, aparecer con un destornillador y un guante para hacerse cargo, sentí paz. Me quedé ahí, envuelta en el toallón, mirando la escena. Y contemplando todo.
Y lo mejor de todo fue escucharlo con firmeza afirmar “¿Para qué estoy yo? Yo lo hago, ¿quién es el hombre de la casa acaso?”
Ahí, en esa víspera de luna nueva (que las astrólogas que conozco y sigo habían advertido que sería tiempo de soltar, y no de guardarnos nada), entendí algo más. «Quien se tenga que quedar lo haga, y con el sacudón se resuelva. Y quien se tenga que ir, lo haga ya.»
Sacando trapos sucios (y viejas reacciones)
La semana entera había sido intensa.
Con marido veníamos sacando trapos sucios para afuera. Y yo… no lograba gestionarme.
Él, más que nadie, lograba tocar mi ego.
Y yo quedaba atrapada en ese estado reactivo en el que gritaba —como dicen los mexicanos— “un chingo”.
Lo intenté: puse la carne al asador, creí que podía. Y después, nada: en vez de gestionar, me quedaba aguantando sin poder regularlo o activaba al yo reaccionario.
Pero ese sábado algo distinto pasó.
En el último intercambio de palabras, no reaccioné. Me alejé de la escena. Le avisé que necesitaba meditar. y así lo hice de una vez.
Más tarde, le mandé un cartelito con algo escrito:
«¿Ves? El cortisol hace esto, no es que perdés memoria porque sí. Es entre otras cosas por tus hábitos viejos conocidos.»
Su respuesta me sorprendió:
«Estoy pensando un montón… tengo que bajar la guardia. Tenés razón. Voy a empezar a cambiar hábitos.»
La postal del futuro
Por eso, esa tarde, cuando lo vi sacando la mugre de la alcantarilla, lo entendí a la perfección: esta era una postal del futuro.
Una confirmación de que todo eso que necesitaba sacudirse para mejorar, ya estaba pasando.
Los cambios a veces se ven así:
Sutiles. Raros.
Tan cotidianos que, si no prestás atención, podés pensar que es solo más de “lo malo”.
Porque por decisión inconsciente lo normal siempre fue sentirme mal.
De hecho un rato antes de disponerme a bañarme me había descubierto entrando otra vez en páginas de compras online, metiendo cosas que no iba a comprar en el carrito.
y pasado un rato de estar inmersa en la ansiedad de no saber si elegir plantar un limonero o un arandano de tres años, logré despavilarme y preguntarme:
«¿Por qué estoy haciendo esto ahora?»
viniendo a mi mente la respuesta que no se hizo esperar:
«Porque lo normal es buscar algo con qué agobiarse.» esto es lo viejo conocido y volver ahi seria lo habitual.
Me reí sola. Lo dejé pasar.
Muy contenta de que la escena me secuestró solo media hora.
Así que en fin…
Lo que te traigo hoy no es mas que: un día conmigo, viendo la vida como yo la miro.
Y aunque a estas alturas, la práctica en esto de observar con lupa sea profunda. Puede que se me pase por alto igual alguna quer otra cosa. Así al final se surfea (como dice una gran amiga) la vida.
Y cada escena incluso la alcantarilla tapada y el carrito de compras que agobiaba, muy diferentes ellas y con la misma finalidad, pueden convertirse ambas en espectaculares herramientas para ejercer tu propia maestria interna.
Si llegaste a mi web, te doy la bienvenida. Me vas a leer sacando de adentro mio este tipo de disciplina. Entre alguna que otra reflexion semilla que suelo aportar desde la forma en la que he descubierto vivir mejor la vida. Lee más articulos en la web https://lauradagostino.comblog/ y mirá el contenido que agrego en mi cuenta de Ig https://www.instagram.com/lauradagostinook/
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